"La dificultad del regreso"
Migraste de joven a Europa y al paso de los años llegaron los hijos y nuevas preocupaciones. La pregunta obligada surge: ¿te llevarías de regreso a toda tu familia a México? LO LEÍSTE PRIMERO EN SPOT
BRUSELAS, Bélgica.- Este post es especial porque es consecuencia de un comentario que recibí en mi cuenta de TikTok. Fue un comentario a propósito de un video que subí sobre cuántos mexicanos vivíamos en Europa (si no lo has visto aquí te dejo el link).
Una persona me comentó amablemente que vivía en Bélgica. Que como ya no soporta el clima lluvioso del país, y lo “aburrido y deprimente” del pueblo en donde reside, ha decidido moverse a España. Pero lo que más me llamó la atención fue lo que compartió después: “Me gustaría -escribió- mudarme a México, pero ya cuando uno tiene hijos y prueba la tranquilidad y (la) seguridad, (uno) se (la) piensa dos veces”.
El mensaje del paisano me hizo reflexionar sobre dos aspectos que me parecen desatendidos de las lógicas migratorias entre mexicanos y europeos, y a los cuales llamaré “la dificultad de quedarse” y “la dificultad del regreso” (desconozco si estos conceptos tengan ya nombres académicos; me disculpo si es así).
Antes de continuar, aclaro que en este post sólo plantearé preguntas y expondré situaciones. De ninguna manera juzgo o formulo verdades absolutas. La migración es un campo en el que cada quien decide qué cosecha.
Veamos. Cuando uno es joven es aventado por naturaleza. Tomamos decisiones que quizás no tomaríamos de más grandes por diversas circunstancias. La migración es una de ellas. ¿Cuántas veces no hemos terminado carcajeándonos entre mexicanos de la manera tan improvisada y locuaz con la que venimos a parar a Europa siendo unos veinteañeros? Muchos veníamos siguiendo una pareja europea o por estudios, sin imaginarnos entonces que nos quedaríamos 10, 20 o más años por acá.
En mi caso ya he contado en otros foros cómo llegué a Bélgica con sólo dos maletas, una llena con mis cd’s preferidos -que aún atesoro en mi colección-, y otra atiborrada de ropa inadecuada para el invierno, incluyendo un feo y barato traje gris que compré en el centro del entonces DF y un par de mocasines negros de marca Michel Domit (terribles para caminar en la nieve, ya les contaré otra ocasión). Mis ahorros, enclenques y sacados de la venta de mi querido Tsuru II, no aguantaban más de tres o cuatro meses el ritmo de gasto belga. Para acabar, no hilaba una idea completa en francés. Era diciembre de 2000, yo era un joven periodista de 29 años y mi compañera tenía 26.
Los años corren, todo se va encadenando y un día, así, en un tronar de dedos, te das cuenta que estás más que “instalado” en tu “nuevo” país de acogida. Ya eres parte de él, tienes la residencia permanente a la que tienes derecho tras cinco años de vivir legalmente y sin pausas en el país y, a lo mejor, también ya hasta sacaste la nacionalidad.
¿Y cuándo llega ese momento de “nueva conciencia”? Creo que, en el caso de quienes llegamos jóvenes por una relación personal o por estudios -que somos la mayoría en Europa-, ese momento llega cuando empiezas a pensar en tener familia. El futuro te alcanza, y con ello te caen encima otras preocupaciones y responsabilidades. Y la pregunta obligada surge: ¿te llevarías de regreso a toda tu familia a México?
Es aquí donde voy a detenerme. Mucho se habla y se estudia del duro y doloroso proceso migratorio -a nivel psicológico y emocional- al que se enfrenta quien por cualquier motivo llega a hacer su vida a otro país. “Duelo migratorio” es como se conoce a esa etapa inicial y es comprensible que así se le haya bautizado: cuando migramos perdemos parte importante de nuestros más profundos referentes, los tenemos que enterrar, y toma tiempo adaptarse a nuestras nuevas circunstancias.
Pero cuando muchos migrantes mexicanos han pasado esa fase, conseguido cierta estabilidad y se deciden a fundar una familia, hay otra especie de “duelo” ligada al sentimiento de pérdida de cierta autonomía, la “dificultad del regreso” que mencioné al principio. Tiras el ancla del barco en un puerto lejano, para decirlo de algún modo. Y es que no es sencillo tomar una decisión que no sólo tiene que ver con uno mismo. Por eso tiene todo el sentido el comentario de la persona que originó este post: “me gustaría regresarme a México, pero por los hijos y la seguridad uno lo piensa dos veces”.
Conozco a mexicanos y mexicanas que me han dicho lo mismo. Un eventual regreso a México lo han dejado quizás para una fase posterior de sus vidas, “cuando los hijos ya estén grandes y sean independientes”. Pero incluso en ese supuesto, se atraviesa otro factor que de joven rara vez se toma en consideración: la salud.
Conforme uno va sumando años, aparecen los achaques y las enfermedades, que en Europa normalmente se pueden tratar médicamente sin necesidad de empeñar la casa o perder los ahorros familiares. La cobertura del sistema de seguridad social es en general de buena calidad. Los hospitales cuentan con el personal y los equipos necesarios. Por eso cuesta trabajo imaginarse en la tercera edad recurriendo a un servicio sanitario tan malo y deshumanizado como el mexicano, y hablo tanto del público (empobrecido al máximo por las políticas de austeridad y la corrupción) como del privado (un negocio sin ética que exprime económicamente al máximo a sus ¿pacientes?, no, clientes).
¿Qué harían ustedes? Pónganse en los zapatos de esos migrantes mexicanos. Por mucho que uno quiera a México como esa fuente esencial de identidad -una que principalmente tiene que ver con la memoria de nuestros padres, hermanos, familiares y amigos, con la niñez, la juventud y con cada una de las experiencias que vivimos allá y que nos formaron como adultos-, la fuerza de la realidad se impone casi siempre a nuestros deseos como migrantes, separados del país en el que nacimos por miles de kilómetros de océano.
“La dificultad de quedarse” sería lo opuesto, pero también ocasiona una migración mexicana a Europa algo complicada. Me refiero a la situación que experimentan ciudadanos y ciudadanas europeas que trabajan y viven con su pareja mexicana en México. En este caso, con la llegada de los niños -o incluso antes o simplemente con el transcurso de los años-, nace en esa población extranjera una angustia por el hecho de no estar cotizando para su seguridad social en el país del que vienen. Hablo de quienes tienen un empleo “local”, no de la comunidad “expatriada”, con contratos europeos que contemplan todas las ventajas de allá y más.
¿Vale la pena sacrificar el clima, la calidez de los mexicanos y todo lo bueno que puede haber en el país para regresar a Europa en busca de un empleo correctamente remunerado, en condiciones laborales aceptables, con prestaciones sociales y una jubilación digna, en un entorno social más seguro y sin la violencia del crimen organizado? Esta es una simplificación, por supuesto, pero con ella quiero marcar el punto: muchos jóvenes europeos que quisieran quedarse en México a hacer sus vidas deciden partir con sus parejas y eventualmente sus hijos mexicanos a Francia, Alemania, Italia o Reino Unido porque toman la opción que ellos consideran la mejor para toda la familia frente a la muy probable inestabilidad futura que supone quedarse. El caso más reciente que conocí es el de un músico mexicano y su pareja belga que decidieron mudarse a un país europeo con sus hijos nacidos en México porque estaban hartos de la inseguridad y de cómo ésta descomponía su rutina y su salud mental.
No encontré datos precisos sobre estos fenómenos. Sólo sabemos, por cifras oficiales, que hay unos 160,000 mexicanos viviendo en Europa y casi 61,000 personas nacidas en Europa residiendo en México (Instituto de los Mexicanos en el Exterior e INEGI). Una estadística global arroja que entre 2018 y 2023 (el sexenio de Andrés Manuel López Obrador) 1.2 millones de personas emigraron de México (58% más respecto al sexenio de Enrique Peña Nieto). De ese número, el 22.6% (276,000 mexicanos) regresó al país.
“La dificultad de quedarse” y “la dificultad del regreso”. Dos caras de un mismo momento en la vida de un migrante. ¿Ustedes qué opinan? ¿Han vivido estas experiencias? Espero sus comentarios para platicar de ellos en un próximo post. ¿Por qué no?
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